Qué fue el movimiento #porelclima y por qué sigue importando
El movimiento #porelclima surgió en España a mediados de la década de 2010 como una respuesta directa a la inacción política frente al cambio climático. No fue una campaña institucional ni una moda pasajera. Fue una iniciativa impulsada por organizaciones, científicos, empresas y ciudadanos con un objetivo claro: cumplir con los compromisos del Acuerdo de París. Nada más. Nada menos.
Desde el principio, #porelclima dejó claro que el tiempo de las declaraciones vacías había terminado. Se centró en algo que suele faltar en las campañas climáticas: acciones concretas y medibles. Su lema no era una frase inspiradora pensada para Twitter; era una consigna práctica: “Sabemos lo que hay que hacer. Hagámoslo”. Esa es la diferencia entre propaganda ambiental y política climática seria.
¿Quién lo impulsó?
La iniciativa fue lanzada por la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES), pero pronto sumó a más de 30 organizaciones. Entre ellas estaban Cruz Roja, WWF, Greenpeace, el Observatorio de la Sostenibilidad, Red Española de Desarrollo Sostenible (REDS) y empresas del sector privado. Y sí, también hubo participación institucional, pero el motor principal fue la sociedad civil.
Lo interesante de #porelclima fue que ofrecía una plataforma práctica para que cada actor –una pyme, un ayuntamiento, un ciudadano– pudiera medir su huella de carbono, establecer metas y reportar avances. No solo había presión moral. Había herramientas.
¿Qué logró?
Se podrían listar cifras (más de 20.000 compromisos registrados en su web en los primeros años), pero la influencia de #porelclima no está solo en los números. Está en el cambio de marco. Puso el foco en la corresponsabilidad climática. No era “esperemos que el gobierno actúe”, sino: ¿qué puedes hacer tú, hoy?
Este enfoque anticipó muchas de las lógicas que ahora parecen obvias: descarbonización local, inversión en eficiencia energética, economía circular… Pero en 2016, eso aún no era parte del discurso dominante. #porelclima forzó la conversación hacia lo que sí se podía hacer.
¿Qué limitaciones tuvo?
Como casi todo movimiento impulsado desde la sociedad civil, tuvo un alcance desigual. La participación ciudadana fue mayor en áreas urbanas y entre personas ya sensibilizadas con la crisis climática. Las grandes empresas se sumaron más por imagen que por convicción. Y muchos compromisos no pasaron del papel. Es una crítica válida.
Además, el marco de acción se centró en el territorio español, sin una articulación directa con otras plataformas internacionales. Aunque el Acuerdo de París era el punto de referencia, la conexión real con los movimientos globales fue menor de lo que podría haber sido.
¿Sigue vigente?
La plataforma existe, sigue activa, pero ya no marca agenda como en sus primeros años. El contexto político cambió, la emergencia climática se aceleró, y muchos actores se movieron a otras estrategias. Sin embargo, el espíritu de #porelclima –actuar desde todos los frentes y no esperar a que alguien más lo haga– sigue siendo necesario.
Hoy, cuando la ciencia nos advierte de que el umbral de 1,5 °C podría superarse en la próxima década, iniciativas como esta no solo son relevantes: son urgentes. No necesitamos más informes para entender el problema. Necesitamos replicar, escalar y exigir acciones reales, como lo propuso #porelclima desde el inicio.
La pregunta no es si el movimiento funcionó. La pregunta es: ¿qué estás haciendo tú, hoy, por el clima?